viernes, 28 de julio de 2017

Vanguardias - Generación del 27



Documental Parte 1

Documental Parte 2


AUTORES DEL 27

Miguel Hernández
(Orihuela, 1910-Alicante, 1942) 


Pedro Salinas

La voz a ti debida (1933), Razón de amor (1936) y Largo lamento. La amada está vista sólo a través del poeta; La fugacidad de la dicha suscita reflexiones melancólicas y angustiosas. Es una poesía reducida al puro concepto, sin adornos, no sensitiva sino intelectual, de lenguaje sencillo y escueto. Prefiere el verso corto y prescinde casi siempre de la rima.

El contemplado (1946) y Todo más claro. En este último libro se incluye el célebre poema Cero, que protesta contra la amenaza atómica.

La bomba increíble (1950): prosa narrativa.

Jorge Guillén
(Valladolid, 1893 – Málaga, 1984)

Agrupa su poesía en tres grandes ciclos:
1) Cántico: poesía pura, optimista, intelectual, abstracta, pone de manifiesto el entusiasmo del poeta ante la contemplación de la armonía y la belleza del planeta. Abundan las oraciones nominales y las frases exclamativas e interrogativas, que condensan la expresión.

2) Clamor: Ya no canta las maravillas del universo. aparecen el dolor, el desorden, la angustia; el paso del tiempo lo llena de zozobra. El estilo sigue siendo el mismo en sustancia.

3) Homenaje (1967): habla de diversas figuras del arte y las letras de todos los tiempos.


Gerardo Diego
(Santander, 1896 – Madrid, 1987)

En un primer momento se deja prender por el Ultraísmo. Busca entonces imágenes insólitas y sorprendentes. Los principales frutos son Imagen (1922) y Manual de espumas (1924).

Luego, buscará expresar sentimientos más personales. Frente al verso libre de antaño, usará  estrofas clásicas, en especial sonetos, romances y décimas. 
Soria. Galería de estampas y efusiones (1923) es un canto a esa tierra a la que siempre quiso..Hay aquí excelentes muestras de lírica de estilo tradicional, como el célebre Romance del Duero.

Un libro crucial, Versos humanos (1925). En él hallamos poemas de amor, reflexiones personales, poemas de amor, nuevos cantos a Soria...  Cultiva también una veta menos frecuente en el grupo del 27: la poesía religiosa (Viacrucis, Versos divinos).

Alondra de verdad (1941), Busca crear una poesía “directa, concreta, siempre vivida y elaborada. Se destaca el espléndido soneto amoroso Insomnio.

En su etapa final, aborda el tema taurino: La suerte o la muerte. Poema del toreo (1963)

Dámaso Alonso
(Madrid, 1898 – 1990)


Pertenece a la generación del 27, pero se da la circunstancia de que su obra cumbre Hijos de la ira, que constituye una auténtica revolución y marca la trayectoria de la poesía española moderna, aparece en plena posguerra.

Poemillas de la ciudad (1921), sencillez, riqueza en el lenguaje y las imágenes.

Hijos de la ira: angustia existencial, su asco, poesía solemne que contrasta con el mundo degradado del que habla. Le agobia la injusticia y la frustración de ser hombre.
"Un dramático sarcasmo late en todo el poemario. En medio de tanto horror, la búsqueda de Dios es la única esperanza para la criatura humana. Estos versos respiran una honda y agónica religiosidad, común a otras obras del autor."

Vicente Aleixandre
(Sevilla, 1898 – 1984)

Su obra discurre dentro de los cauces del Surrealismo. Abundan las imágenes oníricas e irracionales.

Ámbito (1928): dominado por el panteísmo, el anhelo de fundirse con el universo, de integrarse en la naturaleza y recuperar el paraíso perdido.

Con el paso del tiempo, Aleixandre halla cierto alivio a sus males en la solidaridad con los demás hombres, que comparten sus mismas angustias. La expresión se hace más clara, en un intento de comunicarse, fundirse con todos sus hermanos: Historia del corazón (1954), Poemas de la consumación (1968) y Diálogos del conocimiento (1974).

León Felipe
 (Tábara, Zamora, 1884 - Ciudad de México, 1968), 

Fue uno de los mejores intérpretes del sentimiento español, humano, que supo transmitir intensamente en su poesía. 

Luis Cernuda
(Sevilla, 1902 – México, 1963)

La realidad y el deseo 1936, refleja las tensiones que sufre entre la frustrante realidad que lo rodea y el mundo ideal al que aspira. De ese desequilibrio surge el desencanto y la desolación. 

Sin abandonar el surrealismo, empieza a escribir una poesía de tono intimista, cuyo modelo supremo es Bécquer. Expresa su desencanto y la apetencia de la muerte como única forma de liberación: Donde habite el olvido (1934), título tomado del autor de las Rimas, Invocaciones a las gracias del mundo, compuesto en 1934-1935...

Tras la guerra, sus frustraciones personales se ven agravadas por el fracaso de la causa que había defendido. Los libros más destacados son Como quien espera el alba (1941-1944), Vivir sin estar viviendo (1944-1949), Con las horas contadas (1950-1956) y, sobre todo, Desolación de la quimera (1956-1962). En este último Cernuda, que se sabe próximo a la muerte, muestra su más radical rebeldía.

Rafael Alberti
(El Puerto de Santa María, Cádiz, 1902 – 1999)

Los rasgos más relevantes: agilidad, expresividad, el sentido del ritmo y la gracia.

Explora la poesía neopopular. Luego, como todos sus compañeros de grupo, Alberti se deja seducir por el arte de Góngora. Empieza a escribir una poesía barroca, de compleja elaboración, influida también por las Vanguardias: Cal y canto (1929).

Después se acerca al Surrealismo y el verso libre como forma de expresión Sobre los ángeles (1929). A través de estos espíritus simboliza la lucha que se da en el interior del hombre entre las fuerzas del bien y del mal. Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos (1929), en homenaje a los grandes cómicos del cine mudo, muestra la vertiente lúdica y disparatada del Surrealismo.

Empieza luego a escribir una poesía política comprometida, concebida como arma de combate. Abandona las oscuridades estilísticas para volver a su primitiva sencillez. Títulos fundamentales son El poeta en la calle, escrito entre 1931 y 1935, De un momento a otro, de 1934-38...

La experiencia amarga del exilio conforma muchas de sus creaciones, como Entre el clavel y la espada (1941). Canta su dolor y el de su patria. El mejor libro de esta serie es Retornos de lo vivo lejano (1952), de carácter evocativo.

Emilio Prados
(Málaga, 1899 – México, 1962)

* Primera etapa: Destacamos Tiempo, Canciones del farero, Vuelta y Cuerpo perseguido. Se percibe la influencia de las formas populares y la de Juan Ramón Jiménez. Temática: soledad, el sueño, el ansia de eternidad entretejidos con la presencia de un ciclo y un mar de resonancias simbólicas.

* Segunda etapa: Surrealista. Destacan La voz cautiva, Andando, andando por el mundo. Coincide con un período de crisis. Son libros violentos y pesimistas y en ellos hay ya muestras de sus preocupaciones sociales.

* Tercera etapa: Bastante breve, de poesía política. Destacan Cancionero menor para los combatientes y, sobre todo, Llanto en la sangre, con poemas sobre la revolución minera o sobre la guerra civil.

* En el exilio vuelve Prados a encerrarse en su intimidad y a ahondar en problemas existenciales y hasta metafísicos, como en sus comienzos. Destacan Jardín cerrado, Mínima muerte, Río natural... La nostalgia de la tierra es evidente en estos poemas.

Manuel Altolaguirre
(Málaga, 1905 – Burgos, 1959)

Concibe la poesía como fuente de conocimiento, como vía para conocerse y conocer el mundo. Ha sido calificado de romántico. En él no hay rasgos vanguardistas o de deshumanización. De su poesía se ha dicho que es hermana menor de la de Salinas. 

Federico García Lorca
(Fuente Vaqueros, Granada, 1898- Granada, 1939)

Estudiante de Filosofía y Letras y Derecho. En 1919 se instala en la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde traba amistad con los jóvenes artistas de su tiempo: Dalí, Alberti, Buñuel... En 1929 viaja a New York y a Cuba. Cuatro años después está en Buenos Aires como director de la compañía de Margarita Xirgú, su actriz predilecta. En 1932 el Ministerio de Educación le encarga que dirija “La Barraca”, compañía de teatro ambulante que lleva las obras de nuestros clásicos por los pueblos de España. Al comienzo de la guerra civil es fusilado en Granada por los sublevados.

García Lorca era, según el testimonio de quienes lo conocieron, una persona con “duende”, simpático y extravertido, animador de fiestas y reuniones. Sin embargo, sus versos y, sobre todo, su teatro, revelan la existencia de conflictos íntimos.

La lírica de Lorca es una felicísima mezcla de poesía popular y renovación. Los temas y ritmos tradicionales conviven con imágenes atrevidas y sugerentes de cuño vanguardista. Sus versos nos transportan a un mundo dominado por misteriosas fuerzas atávicas, instintos ancestrales, viejos motivos de raíz popular y religiosa que adquieren una proyección mítica. Su visión de Andalucía trasciende el localismo costumbrista para convertirla en un escenario mágico y simbólico. El universo poético de Lorca, presidido por la muerte, que acecha a cada paso, es trágico y violento. Las pasiones se desencadenan con intensidad y abocan al individuo a un destino fatal. El amor y el sexo se presentan como un impulso dionisíaco al que no cabe resistirse, una fuerza vital que se entrelaza inevitablemente con la muerte.

Suelen distinguirse dos fases en la adhesión de García Lorca a la corriente surrealista: primero es algo vago que se circunscribe a la atmósfera onírica de muchos de sus poemas. A partir de Poeta en Nueva York (1929-1930) crece la presencia de los componentes irracionales pero el autor no pierde nunca la conciencia artística; es el suyo un surrealismo instrumental.

Tuvo la virtud de crear un lenguaje poético propio, ya maduro desde sus primeras manifestaciones. Tanto en los poemas como en las piezas dramáticas se repiten imágenes que deben interpretarse a la luz de su particular código simbólico. Así, la luna y el color verde representan la muerte, a la que se asocia también lo metálico en sus diversas variantes; hay una presencia obsesiva de objetos punzantes como cuchillos, navajas, puñales... El toro tiene una clara significación trágica y violenta, el caballo encierra connotaciones eróticas.

Lorca se inicia en el cauce de la poesía neopopular. Sus obras tempranas contienen en germen lo que será su mundo poético. Todas las peculiaridades descritas están presentes ya en uno de sus primeros libros: Canciones (1927) y en Poema del cante jondo. Es un tributo al folclore andaluz, que tan profundamente conocía y amaba. A través de esos ritmos populares (siguiriyas, soleares, saetas...) intenta expresar el dolor de su tierra.

La fusión de imágenes surreales con la vena popular logra sus mejores momentos en Romancero gitano (1928). Los 18 romances que lo integran nos ofrecen sendos cuadros de ese mundo mítico. El poeta se ocupa de una raza marginada y manifiesta sus simpatías hacia ella; toma partido frente a la represión institucionalizada que representa la guardia civil. Pero también le interesan las posibilidades estéticas del tema, la exaltación de las pasiones y el halo de misterio que rodea a esos seres. Intenta fundir el romance narrativo y el lírico, a los que incorpora a veces una técnica dramática. Recrea y estiliza los elementos que le brinda la tradición y forja una obra de dimensiones cósmicas, cargada de símbolos, que trasciende el marco localista sin renunciar a la anécdota vital.

A raíz de una crisis íntima, Lorca viaja a EEUU. El resultado es Poeta en Nueva York (1929-1930), denuncia de una sociedad materialista que oprime al débil y margina al negro; trabajará en esta obra hasta el final de su vida. Usa el verso libre y se vale de imágenes oníricas, irracionales, para transmitir la angustia que le produce esa ciudad monstruosa e inhumana. Alza su voz contra la técnica que domina al hombre y contra el dinero que destruye a los seres indefensos.

En su etapa final compone más teatro que poesía, pero nos ha dejado magníficos versos. Diván del Tamarit, escrito a partir de 1931, es una colección de 12 “gacelas” y “casidas” con vagas resonancias árabes en la atmósfera y el léxico; tema central de estos versos estremecidos son el amor atormentado y la muerte, dos vivencias inseparables. Seis poemas galegos (1935) es un curioso intento de escribir en una lengua que no conocía bien; estamos ante otra muestra afortunada del neopopularismo lorquiano, en la que refleja, una vez más, su dominio de los ritmos tradicionales. Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías (1935), uno de los mejores cantos elegíacos escritos en español, expresa el dolor por la muerte del torero amigo con violentas imágenes surrealistas. También en 1935 empezó a componer los Sonetos del amor oscuro que sólo conocíamos fragmentariamente hasta 1984. En ellos se somete a la contención de las formas clásicas para dar salida a sus intensas pulsiones eróticas de signo homosexual. El acento doliente y desgarrado de estos poemas contrasta con su construcción manierista, extremadamente perfecta.

Concha Méndez



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